“Mi hermano es un delincuente y está encerrado porque debe pagar por el robo que cometió. Pero otra cosa es que lo tengan como animales”, dijo Fabiana, hermana de uno de los más de 30 detenidos que está alojado en el calabozo de la comisaría de Alderetes que tiene capacidad para 10 personas. Este es tan solo un ejemplo de la crisis carcelaria de la provincia. “Duermen todos en el suelo, amontonados. Hasta sacaron el inodoro del baño para que puedan dormir dos más allí. Eso sí, por el agujero salen los líquidos cloacales”, agregó.
Las personas allí no sólo sufren el hacinamiento. El calabozo no tiene luz natural y se respira la misma humedad que está destruyendo las paredes. Si alguna vez hubo al menos catres, los sacaron para tener espacios. Los detenidos duermen en el suelo, sobre retazos de gomaespuma que alguna vez fueron colchones. Al horrendo clima se le debe agregar el olor del baño desarmado y el cuerpo de los hombres que allí se encuentran.
La capacidad de las comisarías es de 380, pero hay más de 1.000 alojados“Hacen sus necesidades en ese pequeño orificio y, con un balde, lo hacen correr. Por supuesto que es una inmundicia insoportable. Mi hermano, quizás salga, porque esta es su primera entrada, pero hay personas que desde hace meses que están ahí. Hasta hay una víbora que sale del sanitario”, explicó.
La denunciante decidió hablar por el bien de todos los que están ahí, incluso los policías. “Ellos están muertos de miedo de que los sancionen por si hay problemas en el arresto. En realidad, hay acuerdos entre ellos y los detenidos para que no se registren incidentes. No se escapan porque no quieren, si a veces hay tres uniformados y más de 30 detenidos”, agregó.
LA GACETA buscó la palabra oficial en esa comisaría, pero sus autoridades se negaron porque no contaban con la autorización de sus superiores. Tampoco se permitió tomar imágenes del interior del calabozo por “cuestiones de seguridad”.
“Tengo un hermano que está detenido en la 1ª y esto es el paraíso a la par de lo que se vive en las otras seccionales de la capital. Ahí sí que están en un infierno. Hasta en la Brigada están como cerdos”, relató Jessica, quien fue a visitar a su pareja.
Más quejas
Los policías y los vecinos, que también fueron beneficiados por el hábeas corpus sufren por la crisis carcelaria. Los uniformados no hablan por temor a ser sancionados. En cada comisaría hay un carcelero que tiene que vigilar hasta 40 personas. Sus compañeros, además de estar atentos a las visitas, son los responsables de trasladarlos a los tribunales cada vez que la Justicia requiera su presencia.
Cuentan en las comisarías que todas las jornadas son días de visitas y no tres, como supuestamente debería ocurrir. Aseguran que el almuerzo que prepara el Servicio Penitenciario no sólo es insuficiente (denunciaron que reciben una bandeja con un sándwich de mortadela), sino que genera más problema. “Los familiares vienen todos los días trayéndoles alimentos alterando el trabajo del personal que debe atenderlos. Además, por la cantidad de detenidos, no se puede revisar cada vianda y así entra cualquier cosa. Y no todos reciben comidas, por lo que también se pueden pelear por ella”, aseguró un uniformado.
Los integrantes de la fuerza, para no tener problemas, se encargan de realizar obras con el único fin de paliar el hacinamiento de los calabozos. En la comisaría de Banda del Río Salí, por ejemplo, con fondos propios y ayuda de vecinos, ampliaron el calabozo instalando una jaula y haciendo un contrapiso para que los detenidos pudieran tomar aire. Lo mismo sucedió en la Seccional 4ª, donde alambraron una galería para que los más de 30 detenidos pudieran salir de la celda que tiene capacidad para unos 12.
Justamente, de esa dependencia se escapó el domingo 10 Claudio Páez. Al día siguiente, según la investigación judicial, habría matado al policía Juan Ángel Leal para robarle el Chevrolet Onix que usó, junto a otros cuatro cómplices, para herir gravemente a Cristian Núñez (lo denunció al acusado por el robo de una moto) y cometer varios asaltos antes de abandonar el auto en Los Aguirre.
Roberto Corbalán vive al frente de la Seccional 4ª. Relató en “Buen día”, el programa de LA GACETA, lo que había sucedido el día que se fugó Páez. También relató que no es la primera vez que sucede algo así. “Una vez encontré a uno en el patio de mi casa”, indicó. Los vecinos de la Seccional 13ª, de donde se escaparon nueve personas el martes 5, dijeron que estaban acostumbrados a que los detenidos se escapen. Antes, el 27 de febrero, dos jóvenes, aprovechando que en la Seccional 6ª casi no había personal, redujeron a los dos carceleros y huyeron en una moto que le habían dejado en la puerta.
“Estoy jugado, pese a que vivo al frente de una comisaría. Si llego a encontrar otro fugado en el fondo de mi casa, lo mato. Tengo que pensar en mi familia, debo protegerla como de lugar”, concluyó Corbalán.